La música contribuye a:

  • Desarrollar la motricidad y la coordinación. 
  • Mejorar la expresión corporal y la conciencia del propio cuerpo (kinestesia).
  • Gestionar el estrés infantil y equilibrar el nivel de cortisol.
  • Trabajar la concentración, la atención y la memoria.
  • Fortalecer el tono muscular. 
  • Favorecer la creación de conexiones neuronales entre los dos hemisferios del cerebro y la mielinización, lo que supone una mayor capacidad de aprendizaje, de reflexión y de expresión. Al activar el hemisferio izquierdo ayuda a comprender los procesos matemáticos.
  • Estimular el sistema vestibular y con ello el sentido del equilibrio. 
  • Afianzar las rutinas y proporcionar tranquilidad y seguridad.
  • Fijar la atención sobre un estímulo sonoro y discriminar los sonidos en función de sus diferentes cualidades. A su vez, estas capacidades incide en la adquisición del lenguaje.
  • Estimular el habla a través del canto.
  • Por último, y puede que lo más importante, interactuar y comunicarnos con el bebé. Numerosos estudios demuestran que los bebés que aún no hablan reaccionan más ante estímulos musicales y rítmicos que ante el habla. Cantando, tocando o escuchando música con nuestro hijo podemos compartir y transmitirle emociones de una forma mucho más directa.